martes, 13 de octubre de 2009

Bastardos Infames

Elabore usted una buena base de cine clásico, añádale un buen chorro de amor incondicional al séptimo arte (sin miedo: cuanto más, mejor). Después, cuando haya fermentado todo esto, cubra con una buena dosis de la insolencia propia del espaguetti-western, alternando con la libertad formal de la Nouvelle Vague. Para terminar, aliñe al azar con estallidos de violencia a la manera de Sam Peckimpah, combinados (pero no revueltos) con unas gotas de suspense hitchcockiano.

Y si, por ventura, a todo esto lo acompañamos de un guión superlativo, un personaje (el oficial Landa) que entra desde ya en la mitología del cine bélico, y al actor que lo interpreta, literalmente en estado de gracia, se encontrará usted con una película como Inglorius Basterds (aquí maltraducida como Malditos Bastardos), ante la que solamente se puede callar y (volver a) disfrutar del cine como enanos.