martes, 13 de octubre de 2009

Bastardos Infames

Elabore usted una buena base de cine clásico, añádale un buen chorro de amor incondicional al séptimo arte (sin miedo: cuanto más, mejor). Después, cuando haya fermentado todo esto, cubra con una buena dosis de la insolencia propia del espaguetti-western, alternando con la libertad formal de la Nouvelle Vague. Para terminar, aliñe al azar con estallidos de violencia a la manera de Sam Peckimpah, combinados (pero no revueltos) con unas gotas de suspense hitchcockiano.

Y si, por ventura, a todo esto lo acompañamos de un guión superlativo, un personaje (el oficial Landa) que entra desde ya en la mitología del cine bélico, y al actor que lo interpreta, literalmente en estado de gracia, se encontrará usted con una película como Inglorius Basterds (aquí maltraducida como Malditos Bastardos), ante la que solamente se puede callar y (volver a) disfrutar del cine como enanos.

sábado, 1 de agosto de 2009

Como un soplo

Ayer te sentí, Laura. ¿Me sentiste tú? Como un soplo en mi piel, así te noté, como la risa de un ángel. ¿Me notaste tú así, Laura? Como la brisa en la playa, o el remolino de un manantial, así te sentí, Laura mía. ¿Tocaste mis dedos tras la piel de mamá? Una burbuja en el mar, o el pulso de una estrella, se deben de sentir como te sentí yo a ti, Laura. ¿Me dijiste “hola” con tu brazo? ¿Me sonreíste con tu piel? Casi puedo verte al otro lado, esperando nacer. El tiempo es la más larga de las montañas, Laura. Tus caricias son fresco maná en este camino. ¿Volverás a hablarme?